¡ESTOY HASTA LAS NARICES!

Giacomo Solo

He leído un artículo, uno más de tantos, en un periódico de tirada nacional en el que se nos pone a muchos docentes a caldo y, aprovechando la coyuntura actual y un original juego de palabras, se nos llega a identificar con los negacionistas de la pandemia, al mencionar que propugnamos un negacionismo educativo.

No comentaré nada más sobre el mismo (búsquenlo ustedes si tienen interés, he dejado pistas) pero, tras haberlo leído y seguro que sin conseguir ser tan original con el uso de nuestro léxico como el autor de dicho escrito, voy a dar mi opinión al respecto:

Estoy hasta las narices de las opiniones de pseudoexpertos, de gurús de lo emocional ajeno y de consejeros del bienestar de alumnos que no han visto ninguno más que en estadísticas y en resultados de encuestas, cuanto menos, cuestionables.

Estoy hasta las narices de bienquedas, de seguidistas de últimas modas, de progres entre los progres, que venden unas ideas que ni son suyas ni, parece muchas veces, se han molestado en valorar en profundidad.

Estoy hasta las narices de modernos intransigentes, de todos los anti-todo lo que no es nuevo, de vendedores de humo, de objetores de la experiencia.

Estoy hasta las narices de intrusistas, de entrenadores de bar, de cuñados de cenas de Navidad.

Estoy hasta las narices de gente que, porque tiene un título, se cree en la obligación de decirnos qué hacer y cómo hacerlo, como si a nosotros nos hubiesen regalado los nuestros.

Estoy hasta las narices de trileros de la verdad, de trolls políticos y de haters con oscuros objetivos económicos, de salvapatrias exaltados de sinrazón, de abanderados del esto es así porque yo tengo razón y tú no, de fugitivos que jamás pisaron un aula o salieron huyendo a escape de ella, de mentirosos que condenan prácticas oscuras y anacrónicas que no se dan en la realidad de ningún centro educativo.

Estoy hasta las mismísimas de listos de las narices que se aburren y no tienen otra cosa que hacer que meter las susodichas en cómo llevamos a cabo nuestra labor, poniéndola siempre en duda.

Y estoy con mis compañeros, con todos, los que de verdad sentimos este trabajo como vocacional y lo desarrollamos con pasión a pesar de la incertidumbre de infinitas y caducas leyes, o a pesar de las distancias recorridas a diario, o de los cambios de residencia cada curso, o de la ingratitud gratuita de algunos, entre otros muchos obstáculos. A esos, a nosotros, los que nos partimos el pecho en las aulas a diario, nos deseo unas felices fiestas y que descansemos mucho; sospecho que falta nos va a hacer cuando volvamos a las clases, visto cómo está de lleno el patio de (y aquí sí que voy a jugar con el lenguaje como ha hecho el autor del articulito de marras) virólogos de la educación.

Felices fiestas, compañeros docentes.

 

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