LLEGA LA HORA DE DAR LAS GRACIAS

Tiziano Tizona
Ha llegado la hora de dar las gracias. Las gracias porque se han empeñado los vendedores de humo en denigrar vuestra labor, en salpimentar de mala leche y resentimiento todo lo que recuerde vuestra (para mí maravillosa, pero esto soy consciente que va por barrios) praxis. Me refiero a la mayoría de los maestros y profesores que se preocuparon de mi formación. Uno ha estudiado siempre en la educación pública y ha conocido verdaderos colosos del conocimiento. No sé si vocacionales o no, pero profesionales desde los pies a la cabeza. Os doy las gracias don Pedro, don Antonio, don Jesús, doña Isabel, doña Mercedes, don Juan, Encarna García, Pepe Tous, Isabel Llácer…tantos y tantos que con 40 pimpollos en vuestras aulas supisteis inculcar con vuestro ejemplo y vuestro conocimiento el veneno de la literatura, de la filosofía, de la biología, del leer, del escribir, del reflexionar y del respetar y del respetarme. Ahora dicen que no servís, que el mundo rueda de otra forma y que todo, o casi, se puede hacer desde una pantalla; que lo efectivo es ser “acompañantes». Puedo oír vuestras carcajadas desde donde os encontréis, supongo que en el cielo de los maestros. Ustedes no nos enseñasteis a manejar más maquinitas que una calculadora, pero nos distéis el cuajo de saber sentarse delante de una de ellas y aprender cómo funciona tal o cual programa sin dificultades. Porque creíais que el esfuerzo crea hábitos y es un arma poderosísima a la hora de superar “retos”, eso que ahora está tan de moda. Conocimos, a través de ustedes, que cuando uno no obra bien hay consecuencias, que el derecho de uno acaba donde empieza el del de al lado y que lleva cosido obligaciones (que yo recuerde entonces no había muflones que se dedicaban a pinchar a las chicas en las fiestas, por ejemplo. Tan mal no lo haríais). Dicen que no enseñabais ni educabais bien. Todos los engendros que ahora se dedican a “edipear» son lo que son porque ustedes los formaron y os venden por un puñado de euros o de portadas en los medios. Yo nunca renunciaré a ensalzar vuestras virtudes (defectos también teníais) y de agradecer los valores que me transmitisteis y que ahora condecoran mi pechera. Lástima que cada vez queden menos y que mis chavales no puedan beber de las fuentes de profesionales como ustedes. Gracias.