LO DEL PRECIO DE LOS LIBROS (DE NADA)

Tiziano Tizona
La última polémica versa sobre el precio de los libros de texto en España: tenemos los libros más caros de Europa, tetes. Lo cierto es que esta polémica sale de flote repetidamente conforme se va acercando el maldito septiembre, así todos los años. Puede que sea hora de buscar causas, porque lo cierto es que el palo cae, como siempre, sobre los lomos de los maestros; no hay que perder ocasión para desprestigiar a ese colectivo torturador y que goza de seis o siete meses de vacaciones al año. Hay gobiernos autonómicos que han intentado paliar el bofetón con préstamos de libros o becas (hay que aplaudirlo así como en otras ocasiones hay que darles palo) pero el mundo editorial es muy inteligente y sabe que, antes o después, con dinero público o privado, sus arcas se van a llenar. Son los engendradores de leyes educativas que de suceden una detrás de otra, no les importa enmendarse la plana a sí mismos si eso les permite sacar continuamente nuevos materiales que acabarán vendiendo a precio de oro. Están en contra de la pizarra y la tiza, cosa que es baratísima y que requiere de pocos recursos más allá del conocimiento y de la capacidad de hacerse entender por parte del profesor. Los textos tienden a ser diseñados para un solo uso (rellena huecos, une con flechitas, recorte aquí y pegue allá) con lo cual se dificulta el tema de las “herencias»…por no hablar de las “licencias digitales”. El que las leyes sean tan poco precisas les amplía el campo de venta, puesto que les es más fácil colocar los materiales didácticos, incluidos los más inverosímiles. Luego hay que tener a los maestros entretenidos en sacar la cabeza del mar burocrático que imponen las leyes y así no se tiene tiempo de preparar las clases y los materiales y se acaba entrando por el ojo de la aguja de las editoriales con las que se trabaja. La jugada es magistral, el poder político lo permite. Recuerdo que este tipo de empresas están unidas por la cúspide a grupos de comunicación y a tecnológicas (entre otras). Digo yo, puede que sea una barbaridad, que desde los gobiernos se podría sacar una ley por la cual no se invierta dinero público en textos que valgan más de X euros y que sirvan para más de un uso (ojo no fijar los precios sino condicionar la compra con dinero del contribuyente), con esa simple medida caían los precios automáticamente, porque repito que en el mundo editorial hay mucho talento en cuestión de ventas.

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