«¡QUÉ POCO TE QUEDA, PROFE!»

Tiziano Tizona
“¡Qué poco te queda, profe!” es el mantra de mi barrio estos días. Hay que ver lo contento que se pone el vecindario cuando a uno le va a tocar doblar el espinazo hasta las fiestas navideñas. El goce llega a ser orgásmico cuando le cuentas que tú el día uno ya estarás dando el callo a las 8 de la mañana y te intentan colocar al nene desde esas fechas. “¿El cole estará abierto?” “¿Podemos dejar ya allí a los churumbeles?” Luego, cuando les dices que esos primeros días son para programar y preparar las actividades del curso y organizarnos un poco, no llegan a entenderlo. Es decir, que para ellos, la cosa consiste en tener a los niños allí durante equis horas al día. La mala fama que nos han hecho arrastrar viene, en parte, en que nadie se quiere dar por enterado del trabajo que conlleva una sola sesión de clase al día, imagínense con seis al día como se casca el que escribe. Lo cierto es que uno estaría dispuesto incluso a más horas de clase (lo digo con la boca chica) si alguien me garantizara el no trabajar además en casa. Sabemos los docentes la que se nos viene encima con las programaciones y el galimatías LOMLOÍSTICO (que nadie va a leer) desde el mismo día uno. Se nos van a quedar secos los ojos de mirar la pantallita. Algo no acaba de funcionar cuando uno se pasa más tiempo en tareas burocráticas que en la preparación y evaluación de las sesiones didácticas. Pero nosotros callamos, a la sociedad se la sopla y la Administración lo promueve para tenernos entretenidos y así evitar que les demos en los lomos con la basura de leyes educativas que se marcan.