PRIMER DÍA Y CAÍDA DEL UNICORNIO

Tiziano Tizona
Primer día de clase con los guachos y a muchos compañeros recién salidos de las facultad, y a otros instalados en Unicornland, ya se les ha caído el mito de los mundos de yupi que habían leído en los manuales universitarios o en la propia tragicomedia a la que llaman LOMLOE. La realidad es experta en poner los pies sobre el piso y en “desfacer” entuertos paulocoelhianos. Una cosa es lo que escuchamos en congresos educativos o en las charlas con tal o cual profesor de pedagogía (muy pocos son los que respiran con 30 adolescentes en el mismo espacio durante 5 o 6 horas al día) y otra es que este no atiende, el otro está con el móvil, la otra está dibujando o hablando tranquilamente con el compañero, el otro viene con 6 suspensos…) A todos hay que atender y que hacer mejorar, faltaría más. Para ello hace falta un orden y una disciplina bien entendidos, hace falta centrarse en que adquieran unos hábitos y unos contenidos (crucifíquenme) irrenunciables para que la cosa marche. Siendo estos primeros días de curso esenciales para sentar esas bases. Pero no, la propia corriente educativa posturera de tiktok e Instagram nos hace retrasar esos cimientos en favor del “mucho lirili y poco lerele» con lo que los adolescentes piensan que al centro se va a echarse unas risas con los colegas (las risas están muy bien, el colegueo también pero hay tiempo para todo incluso en el horario escolar). Es más , mi pronóstico es que una clase no controlada y un docente que renuncie a ese control tiene bastantes más números en convertirse en un infierno para los propios alumnos que lo contrario, incluyendo el tiempo de las risas y de las bromas. Hablo en primera persona ahora: cuando todo está dentro de unos límites, nos divertimos y disfrutamos todos; cuando, por lo que sea (y a veces la culpa es mía) la sesión se sale de madre, sufrimos todos. Nuevos compañeros, aterricen que luego vienen las bajas por ansiedad y los abandonos; unicornios de despacho, para la próxima ley debe de ser requisito sine qua non haber estado impartiendo clase en un segundo de ESO el año anterior entero (por lo menos 19 horas a la semana con las toneladas de burocracia incluidas).

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