DOÑA ISABEL: LA GURÚ PROFESAURIA

Tiziano Tizona
Leo en “El País” (qué bueno que viniste) que una señora recomienda “El Saludo al Sol» y otras técnicas y posturas de yoga para aportar calma en las aulas. Todo esto es tan moderno como la corriente filosófico-religiosa del budismo, respetable pero más antigua que un bosque. En occidente empezó a integrarse en las costumbres de determinados sectores de Estados Unidos a lo largo de los 60, particularmente en San Francisco (con una innovación respecto al rollizo oriental: solían ponerse hasta las trancas de LSD). ¿Quieren vestir eso de modernidad? Perfecto. Yo, sin embargo, me acuerdo que siendo un polluelo de quinto, mi maestra, doña Isabel Ruiz de Gordejuela (si lee esto algún descendiente suyo, reciba mi abrazo) a punto ya de jubilarse, cuando subíamos a las tres de la tarde después de estar desde las 12 haciendo el ganso por los patios del colegio con el intervalo del rato que pasábamos comiendo en el comedor (el colegio público estaba situado en un barrio de gente que venía a trabajar al polígono industrial de la localidad y casi todos nos quedábamos al comedor por comodidad, por baratura o por beca) nos ponía a todos sobre nuestro pupitres a echar una siesta de 10 minutos. Oye, que igual era una gurú de esas de mildfulnadas y no me había enterado, que nos quedábamos todos más suaves que el terciopelo. Ni activación ni leches: relajación, calma y ronquido. Después a trabajar como leones hasta las cinco. Y es que en ese colegio público de barrio obrero tenían la desalmada costumbre de hacernos trabajar y estudiar para aprender, así salimos de locos casi todos.

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