ESTO PODRÍA MOLAR MUCHO, LOCO

Tiziano Tizona
Que posiblemente esta sea la profesión más maravillosa del globo lo compartiremos casi todos (quizá solo superada por la de vivir de rentas tocándose el ombligo). Tal es así, que me llama poderosamente la atención que seamos tan mingafrías de no saber, o querer, defenderla con uñas ante todo aquel que se permita el lujo de degradarla y/o aprovecharse de ella. Me explico: desde hace decenios nos están ahogando con una burocracia, que todos sabemos que es baldía, y seguimos como borreguitos -año tras año, perdiendo un tiempo gordo y precioso que podríamos dedicar a la preparación de clases y materiales para el alumnado‐ cumplimentándola en lugar de poner pie en la pared en este tema de una puñetera vez.
Sabemos por experiencia, la pandemia lo dejó claro, que la bajada de las ratios es lo que más y mejor sirve para el progreso de todos los chavales, partan desde donde partan; pero tragamos, ley tras ley, con trabajar en aulas abarrotadas. Asistimos a congresos de “educación” en los que cocineros, banqueros, deportistas, CEOs empresariales y chamanes de la nada nos dan lecciones de cómo hacer nuestro trabajo y aplaudimos como focas epilépticas (ni siquiera exigimos reciprocidad; es decir, colar a los docentes en las conferencias de reposteros, tenistas, periodistas y presentadores de televisión… ¿A que no conocen ningún caso?). Pasamos todos los años por el aro de cursillos de reciclaje consistentes en aprender a manejar plataformas para que el niño te mande por correo lo que puede perfectamente entregarte en mano al entrar en el aula. Damos clase, previa acreditación pasando por taquilla, en idiomas que no dominamos, ni lo hacen nuestros alumnos, porque queda mucho más “cool» el cartelito de “Bilingüal School» a la entrada del colegio, consiguiendo con ello un clamoroso analfabetismo en varios idiomas. Nos tragamos las teorías de cualquier pelagatos respaldadas con las mismas evidencias científicas que la alquimia o la astrología; utilizando, además, a nuestros alumnos como conejillos de indias al servicio de ni se sabe qué oscuros intereses. Seguimos teniendo fe en unos partidos políticos u otros como futuros artífices de la rectificación del sistema educativo; cuando es perfectamente comprobable que, hasta ahora, han ido todos en la misma dirección: justamente la contraria a los intereses de nuestra labor y de sus frutos. Ninguno se ha dignado a dotar presupuestariamente el chiringuito y ponerlo a niveles de los países más avanzados, por ejemplo. Todo ello con nuestro silencio o, lo que es peor, nuestra complicidad. El día en que espabilemos y les pongamos, a todos los referidos anteriormente, los puntos sobre la íes, esto puede molar muchísimo más, locos. Dicho queda.

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