ALGO HEMOS HECHO MAL

Tiziano Tizona
Todos los viernes desde que comenzó el curso se monta el pollo de la botellona en las grandes ciudades. Ahora resulta que se completa la gracia con pedradas a la policía, abusos sexuales varios y algún que otro navajazo que se escapa. Estamos hablando de generaciones que han tenido la suerte de vivir en un lugar democrático (con todos sus defectos, que los tiene) y con unas escuelas que han priorizado, por distintos medios y nomenclaturas, la adquisición de valores cívicos, ciudadanos, emocionales y de rechazo a cualquier tipo de violencia. Pues, señores, algo hemos hecho mal (incluyo a las familias y a la sociedad) porque a muchos no les ha calado. Puede que proceda, sin abandonar, por supuesto, las enseñanzas anteriormente citadas, el dar importancia a la responsabilidad y el respeto, cosas que desde hace tiempo suenan muy mal porque se ha conseguido (este sí) relacionar los mismos como elementos de una educación decimonónica y retrógrada. De los barros de “el niño ha de ir a la escuela a ser feliz» y de “si no progresa la culpa es del maestro que no lo entiende” vienen los lodos de “me voy de botellona porque tenga derecho a ser feliz como me dé la gana» y “si la policía viene a disolverse porque esto resulta que es ilegal, la emprendo a pedradas con ellos porque son unos fascistas que recortan mis derechos”. Los derechos, sobre todo, de niños y jóvenes son intocables y así debe de seguir siendo si queremos ser una sociedad moderna y civilizada; pero hay que tener la valentía de plantear que también tienen deberes y estos deben ser tan intocables como los primeros. Esa labor recae principalmente sobre las familias aunque debe de ser convenientemente reforzada en los centros educativos y apoyada sin fisuras por la sociedad. Si no, cualquier día acabarán delante de un juez con un código penal bajo el brazo y ahí no hay noñerías, ni niñerías, que valgan. Dicho queda. Abro paraguas que me van llover.
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