RECORDATORIO A LOS BOCACHANCLAS

Tiziano Tizona
Es hora de acordarse de esas buenas gentes que pedían, más bien clamaban, por la continuidad de las clases en el mes de julio. ¿Cómo habéis llevado los calores, compadres? Bueno, pues imagínense a 30 zagales en un aula de 9 a 2 y sin aire acondicionado y, muchas veces, pésima ventilación. Porque se supone que a un colegio se va a eso, a aprender, ¿o no?. Ya sé que van a esgrimir el manido argumento de actividades acuáticas, de que si el aire libre y de si juegos colectivos molones. Bien, la culpa de que usted no pueda conciliar no es el del maestro, que ha pasado medio vida estudiando materias para ser competente a la hora de hacerse entender y transmitir esa cultura previamente adquirida con tanto esfuerzo sino de su empresa o del gobierno que no sabe gestionar las leyes al uso. Si usted quiere un parque de bolas o un acualeches, menester sería que los que cuidasen de entretener a sus polluelos sean profesionales de la rama y no el profesor de química o la de latín. Les refiero, de paso, que los profesores también trabajan en julio y pasan las horas (este año) descifrando qué quieren decir las continuas leyes educativas, preparando materiales y aulas y sudando gotas como garbanzos. Vaya por delante un brindis a los abueletes que son los que mayoritariamente sufren el desastre conciliador. Vaya por detrás en que nunca debiera perderse de vista para qué vale un docente y otra qué vale un animador. Aunque los gobiernos no lo tengan muy claro, por el bien de sus hijos, ustedes deberían hacérselo ver.
Feliz verano, familias.

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