PROFEFOBIA, BOCACHANCLAS Y EXTREMODURO

Tiziano Tizona
El suceso jerezano ha sacado a la cancha lo más miserable (afortunadamente es minoritario) que rodea a esta nuestra profesión. Basta un mensaje de apoyo a los compañeros, a los alumnos y a las familias de los agredidos para que salte, como caracoles después de llovizna, la legión de anormales que se agazapa tras la tecnología para soltar su veneno de odio hacia los docentes. Estamos a un telediario de responsabilizar al ojo herido de la compañera, que tuvo la valentía de interponerse entre un agresor con un cuchillo y un alumno, de los archiconocidos hechos. He leído ya por ahí que “ojalá se le recupere el ojo para ver mejor el bullying la próxima vez». En ese terreno estamos jugando el partido, compañeros. No digo yo que no existiera acoso, lo ignoro; no cometo la insensatez de sacar conclusiones sin conocer los hechos. Se da por sentado que sí sin, que yo sepa, pruebas concluyentes de ello. Pero a la “profefobia» eso le da igual, el objetivo es acabar acobardar al docente para conseguir su sumisión y desnaturalizar, un poco más, su función. Desde un despacho, desde un centro en que la asistencia no es obligatoria, desde una familia con dos o tres (y exagero) menores a su cargo es muy sencillo criticar una labor que se desconoce. A todos ellos me gustaría verlos con mas de 100 alumnos adolescentes intentando impartirles algo de cultura a diario. Me temo que si no pueden con un par, sobre los que tienen potestad legal, se les iba a hacer la vereda muy cuesta arriba. El ejercicio de la bocachanclatería sale gratis. Bueno, gratis no, la factura os la va a pasar la vida como no empecéis a tomaros en serio la educación, la labor de los docentes, la necesidad de límites y el futuro de vuestros hijos. Venga, que empiece la tormenta: “No necesito armadura, tengo costra alrededor” (Extremoduro).