LA VISITA DE LA MALA LECHE
Tiziano Tizona
Uno, que dista mucho de llamarse Job, y más de ser considerado santo debido a su paciencia o a cualquier otra de las virtudes que lo adornasen, hay veces en que se cansa de la cantinela de “es que estáis poco formados». Dan ganas de responder por los clásicos con “Formado, lo que tengo aquí colg…”, pero uno se calla por cuestiones de educación, y tal. El caso es que uno (y el resto de mis compañeros) se han pasado media vida estudiando y sigue leyendo y hocicando con la intención de dominar su materia y tener armas para enfrentarse académicamente con la chavalada con garantías de resolver sus dudas y transmitir (sí, he escrito transmitir, ) saberes y experiencia. En más de un idioma, por cierto, dado que la comunidad en la que ejerzo es bilingüe y tampoco uno le hace ascos a ser “trilingual person” por si la perfida Albión y las ridiculeces de dar Historia en inglés, Charles the first and Philip the second y la mother que los parió. Lo que ya a uno le retuerce las almas es que tenga que formarme en enfermería para que se ahorren enfermeros escalares; en resolución de conflictos para que se lo ahorren en psicólogos; en mediación pata ídem de graduados sociales; en tratamiento de necesidades educativas complicadas para que no paguen PTs y ALs; en competencias digitales para que se ahorren informáticos; controlar la nutrición en el colegio para que los ayuntamientos permitan y/o promocionen botellones…y así pueden añadir los ejemplos que quieran, pues son legión.
Nos hacen ir de culo (normalmente en nuestro tiempo libre), unos para forrarse realizando gilicursos de formación, y otros para destinar en sus chanchullos el dinero que debería invertirse en la correcta formación y en la seguridad de nuestros chicos. El caso es que picamos el anzuelo a dos carrillos y tragamos sin masticar. Así nos va el sainete. Y lo peor es que todo ello lo sufre el alumnado considerado como un ciudadano de segunda categoría que no tiene derecho a especialistas.