LO DE SATURNO Y LAS EMOCIONES

Tiziano Tizona
“¿De qué vale qué un niño sepa situar Saturno, resolver ecuaciones, saber escribir en inglés…si no sabe gestionar sus emociones?” Cosas como estas invaden las redes sociales de manera cíclica cada cierto tiempo, normalmente por parte de algún docente. Está claro que ninguno apostamos por niños desequilibrados emocionalmente y que hacemos (estoy seguro que todos) lo que está en nuestra mano por, sin que seamos muchos de nosotros psicólogos , favorecer la estabilidad de los alumnos a esos niveles. Pero, discúlpenme los más enterados que yo, no veo relación clara entre una cosa y otra. A no ser que lo que se pretende es que se priorice lo segundo respecto a lo primero en los centros escolares; lo cual, en mi opinión, es un error y de los gordos. Es más, creo que el aprendizaje de materias, la adquisición de conocimientos, el enfrentarse a problemas y el buscar soluciones, incluso el éxito y también el fracaso, académicamente hablando, no son malos compañeros a la hora de gestionar emociones, frustraciones, retos que forjen la personalidad de nuestros alumnos. En eso debiera centrarse el sistema educativo y no restarle protagonismo, ni responsabilidad, a las familias en ese sentido. Tampoco está bien usurpar la faena a psicólogos y terapeutas que son los especialistas en estas cosas. Aparte de una cuestión de preparación, hay una cuestión numérica que parece que a estos “guruses» abanderados de abrazar macetas y oler nubes -en vez de leer y escribir- se les escapa: una familia maneja dos o tres , como mucho, chavales a la vez y no tiene como obligatorio el que se aprendan quién fue Carlos I ni la función de los cloroplastos. Además convive con ellos. Un psicólogo los atiende en un despacho de uno en uno. Yo me he de manejar a 30 mientras les hablo de las crecidas del Nilo y a la clase siguiente me envaino otros 30 adolescentes distintos. Que sí, que estoy dispuesto a ayudar en lo que me pidan… pero no lo estoy en que me hagan responsable, si dos adolescentes se lían a mamporros en el parque, de “no haberles enseñado a gestionar sus emociones”. Un jamón con chorreras.