LO DE LA FELICIDAD DEL ALUMNADO

Tiziano Tizona
Compro, con matices, que el alumnado ha de ser feliz. Evidentemente, nadie en su sano juicio defiende la desgracia ajena. Claro que el concepto de felicidad es tan numeroso como los individuos que se lo plantean (quizá lo buscado es que ni siquiera lo hagan). Se necesitan unas cuantas centenas de filósofos para abordar el tema y probablemente no lleguen a la universalización del concepto, porque puede que no sea posible. Uno, que dista mucho de saber filosofar, va a las hipótesis y al recuerdo. He tenido alumnos felices aprendiendo y obteniendo buenos resultados académicos (los hay); otros que, alegres y bullangueros, encaminadas más su bienestar al cachondeo y al jolgorio, sin excesivo interés en los estudios. Los hay, estos son legión que, por la cantidad de horas que emplean en ellos, son felices con las consolas, las series o los programas de televisión (cuanto más chabacanos mejor). Incluso aquellos que se inclinan por algún deporte, por el dibujo o por la música. Es más, en esa sociedad que se van a encontrar (aquí ya entramos en el terreno de las hipótesis) la felicidad del empresario será tener trabajadores que se deslomen y que no tengan demasiada capacidad reivindicativa. La del trabajador consistiría en un salario digno que le permita el acceso a una vida confortable. Los políticos pagan por un electorado irracional y fácil de engatusar. La del vendedor de tecnohumo en la difusión del mundo falso y virtual en contraposición de la cruda realidad…
Nos es imposible programar para todos ellos. Quizá no sea mala idea enseñar conocimientos (contenidos) y que cada uno busque su felicidad donde más le plazca. Porque como los saciemos de Coelhos y de autoayudas de limones y limonadas el hostión que se van a dar va a ser minino.
Siento la chapa, es cosa de las vacaciones.

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