LA REENCARNACIÓN DOCENTE: HAY MADERA

Tiziano Tizona
El último día del trimestre, con todos los compañeros hasta el mismísimo tufo de la burocracia de las evaluaciones, después de unos meses muy complicados y con la pandemia cantando a sus anchas por las aulas, pocos eran los compañeros que manifestaban que volverían a ejercer la docencia si la vida les regalase volver a nacer. Me sorprendió y solté la liebre en forma de encuesta en Twitter a ver qué se cocía por las redes. No siendo significativa por el tamaño del muestreo y después de un día de descanso y desconexión, justo es decir que los ciberprofes se han manifestado en abrumadora mayoría en que sí, en que a pesar de los pesares repetirían experiencia. El arco va desde los llamados “magufos» a los “profesaurios”, muchos han relatado las dificultades que encuentran en otros países para reclutar docentes (llegando a campañas de captación institucionales en Inglaterra, por ejemplo). Y es que, a pesar de lo jodidos que nos tienen, parece ser que la profesión cala. No deja de ser una base muy sólida si de verdad se quisiera hacer avanzar y consolidar un mundo que es imprescindible para la construcción de una sociedad futura sensata, libre, culta, crítica y que lime, dentro se sus posibilidades, las desigualdades sociales en las que estamos y a las que parece que estamos irremediablemente abocados. Muchos confundirán esta postura con la “vocación”, bueno, más bien confunden y utilizan erróneamente el término. Hablamos de vocación en referencia a que te guste lo que haces y estés dispuesto a ponerle la pasión necesaria para desarrollar tu faena con la mayor honestidad laboral posible, no en dejarse esclavizar y agachar la cerviz cada ver que un espabilado saca el concepto de madre, normalmente para aprovecharse de la buena fe del colectivo. Señores, señoras y señoros, tienen materia prima; escuchen, pacten, tengan grandeza de miras, respeten, mesuren, doten y ayuden. Podemos ser sus aliados a poco que se les atisbe una micra de buena fe.